viernes, 20 de mayo de 2011

Kitsuné: el zorro que revolucionó el indie

Es muy posible que la palabra japonesa Kitsuné no te diga nada. Sin embargo, si oyes The Drums, Crystal Castles, Phoenix o Two Door Cinema Club seguro que te lanzas a enterarte de su próximo concierto. Y te preguntarás, ¿qué tienen en común los cuatro grupos y qué tienen que ver con los nipones? Pues bien, Kitsuné Maison, conocida simplemente como Kitsuné, es la pequeñísima discográfica británico-francesa que ha dado a luz a los cuatro grupos nombrados y a otros muchos que habrás escuchado, y que está revolucionando la forma de vivir el indie mediante ropa, cuadros e incluso series de televisión.

Sin embargo, Kitsuné es mucho más que un negocio discográfico: es una agencia de diseño gráfico y un taller textil, además de una tienda digital con una sucursal en París. La idea nació en 2002 en un viaje a Japón de sus fundadores, Gildas Loäec (productor musical de Daft Punk, sin ir más lejos) y Masaya Kuroki, estudiante de arquitectura que soñaba con diseñar moda. En Japón la cultura otaku relaciona todos los aspectos de la moda en uno sólo, frente a la disociación tradicional de Occidente. De este modo, los ideólogos concibieron crear un sello que agrupara la música, el arte y la ropa en Europa.

Al volver al viejo continente, Loäec entró en contacto con la empresa londinense de diseño Åbäke y el proyecto gustó tanto que la entidad se fusionó con la nueva idea y tras un embarazo sorprendentemente corto, dieron a luz el proyecto. Fue sencillo: venderían en Internet, trabajarían con artistas independientes e innovadores y nunca impondrían un criterio. Libertad absoluta, cero intermediarios. Escogieron tal nombre porque en japonés significaba zorro, un animal que la cultura nipona considera capaz de mutar su aspecto en relación a las circunstancias. De eso trataba Kitsuné, de diseñar un estética que se acomodara a la música.

A lo largo de su primer año de vida, Kitsuné mantuvo audiencias con infinitud de grupos británicos que querían mostrar su obra. El resultado fue un primer álbum recopilatorio con 12 canciones de distintos grupos que no tenían nada que ver entre sí, Kitsuné Love, una muestra heterogénea de la música underground inglesa del momento que no llevó a ninguna parte. Sin embargo, y quizá sin saberlo, la discográfica había creado su modo de trabajo hasta la actualidad: escuchar muchas propuestas, escoger entre diez y quince, y lanzar un recopilatorio anual a modo de ‘globo sonda’. Los grupos no cobraban nada, pero tenían la posibilidad de lanzar un tema al público y, si gustaba, conseguir un contrato con Kitsuné. Si no, al menos alguien los escucharía. Cabe decir que la empresa tampoco sacaba gran beneficio.

Pasaron los años, meses de diseño y creatividad y en 2004 Kitsuné encontró su sonido: ellos lo llaman electronic indie rock, tú llamalo como quieras, pero está claro que es reconocible a la primera escucha. Simian, Digitalism y Boys Noize fueron las primeras estrellas que, mediante su segunda compilación, Kitsuné trajo al mundo.

A partir de entonces todo fue cuesta arriba: Loaëc viajaba por Europa en busca de grupos con un pié en el rock y otro en la electrónica mientras Masaya se inspiraba en dicha música para coser sus propias prendas. Por otro lado, los componentes de Åbäke ampliaban y mejoraban la web, convirtiéndola en uno de los primeros sitios de descarga gratuita y legal de música del mundo, y preparaban la apertura de su tienda en pleno centro de la capital francesa: ropa artesana y elegante, de estilo vintage, fuera del alcance de muchos bolsillos, pero que sentaron un referente para la moda que hoy en día fabrican en masa franquicias como Zara o H&M.

Con su tercera compilación, vieron la luz The Klaxons y Alex Gopher y con la cuarta, Dragonette y Crystal Castles. La empresa se había consolidado, especialmente en el ámbito de las discotecas underground londinenses, pero entonces llegó una ocasión inesperada, su salto a las masas: Channel 4, una televisión británica, preparaba una serie juvenil y pidió a la discográfica la elaboración de la banda sonora. En principio no parecía el negocio del siglo, sino fuera porque la serie batió records de audiencia, está grabando actualmente su sexta temporada y ha sido exportada a decenas de países. Hablamos de Skins, la serie desde la que los mismísimos Crystal Castles saltaron a los festivales.

El contrato con la productora de Skins se mantuvo e incluso amplió. Los protagonistas vestían también los modelos diseñados por Masaya y el negoció se amplió a otra serie de éxito de los mismos creadores: Misfits. El siguiente recopilatorio recogió los primeros temas de The Teenagers y autoKratz, llevó a un contrato con la rapera M.I.A. y con el dj sueco Fischerspooner, además de lanzar al mundo discográfico a una entonces inocente Yelle.

El lanzamiento anual de la compilación de Kitsuné se convirtió en un evento de máxima expectación porque marcaba el camino por el que andaría la música independiente durante los siguientes meses y la banda sonora de las series cobró tanta importancia como sus argumentos, pues en ella se podía descubrir al siguiente grupo de éxito. La Roux, We Have Band y Delphic saltaron a los escenarios en 2007, y Two Door Cinema Club, The Drums y Crookers sólo un año después. Entonces llegó el boom del indie y la ropa vintage se puso de moda. No había hipster en París que no llevara un polo con el zorro de Kitsuné grabado en el pecho.

En sus últimos años han dado luz verde a Hurts y los navarros Crystal Fighters, así como a contratos de colaboración con Hot Chip, Foals y Cut Copy, entre muchos otros. Cada vez el creciente ambiente alternativo y festivalero de la música se identifica más con este sello, de medios reducidos y prácticamente digitales, que ha conseguido colar a sus grupos en todos y cada uno de los festivales europeos de música indie de los tres últimos años.

Hace apenas unos días que sacaron su propia línea de calzado y, lo que es mejor, que salió su onceavo recopilatorio, subtitulado The Indie Dance-Issue, con 17 grupos y, aunque desde la misma discográfica parecen apostar fuerte por Is Tropical, hay otras muchas propuestas interesantes entre las que pueden estar el futuro del ‘electronic indie rock’. ¿A qué esperas? ¡Escúchalo!

domingo, 8 de mayo de 2011

Cuando la humildad se sube al escenario

Más de veinte instrumentos en un escenario que van a ocupar cinco personas (guitarras, mandolinas, ukelele, wurlitzer, acordeón, piano, banjo, violín, flauta dulce…). Un nuevo EP del que se ha escuchado nada o casi nada pero que el público va a bailar más que los temas archiconocidos. Expectación ante el que, se supone, es el grupo con mayor y mejor técnica del panorama nacional. Son Hola A Todo el Mundo y su directo es, sin ir más lejos, como si una sinfónica se hubiera dedicado a la psicodelia y el folk.

HATEM son una banda madrileña con muchos años de historia, que publicó el pasado 3 de mayo un adelanto de su segundo trabajo, Estela Castiza, y que despertó el interés del Primavera Sound cuando aún sólo tenían tres pistas en MySpace. Su sonido remite a la música aborigen y amerindia, y sus actuaciones se caracterizan por la pulcritud, premeditación y puntualidad de cada uno de los movimientos que hacen sobre el escenario.

Abrieron su concierto en el pasado Festival SOS 4.8 con Hatem Prayer Team, su tema más mítico, y se lanzaron de cabeza a presentar sus nuevas obras. Frente a la nostalgia que respiraba su primer álbum, el nuevo refleja el lado optimista y festivo de la vida. Los ritmos son más rápidos y sincopados e incitan al público a saltar y bailar como si conocieran los temas de toda la vida a pesar de que aún no se habían publicado. El salto al castellano les sienta como una ola de agua fresca y da más protagonismo a un coro de voces más que afinado que en ocasiones llegan a acompañar innovadores sonidos electrónicos.

Sin embargo, lo que más sorprende es ver la actitud de los componentes del grupo. Ataviados como una tribu de indígenas coloridos, sonríen ruborizados ante los piropos gritados por el público, se sorprenden cuando se deja ver entre las cabezas una bandera del grupo y preguntan incrédulos “¿De dónde la habéis sacado?", y hasta entre canción y canción preguntan a los asistentes, en una relación de igual a igual, si habían visto el día anterior a Arizona Baby y les comentan que “qué morro” tenían por poder asistir a un festival de tales dimensiones. Un festival que, en realidad, le queda pequeño a un grupo de gente virtuosa, trabajadora y ambiciosa destinada a hacer grandes obras, como Maestra Alegranza, obra madura con la que cierran el concierto y abren el futuro de la música.